Mar Benegas: escribir II

domingo, 31 de octubre de 2010

escribir II

Para hallar una fruta hay que abrirse en canal. Introducir primero los dedos y poco a poco el cuerpo entero, en esa cicatriz sangrante, sentir el desgarro de la carne, la calidez del caldo rojo, desaparecer dentro de la herida, ser inhalada, absorbida por ella, y allí, en lo profundo del dolor hallar nutrición. Escribir siempre duele.

Los símbolos responden a su propio ritmo, se encogen y se expanden desde la poiesis del imaginario. Sucumbir a los símbolos con sus engranajes de polvo y sal es el único camino que le queda al que escribe, sentir sus arterias,su latido, sus vísceras, un camino vivo que pulsátil respira como una gran bestia adormecida.




La ruta está dibujada entre espinas, atraviesa las áridas estepas del inconsciente, la ruta no tiene fin. Es una hendidura en la carne y un páramo de soledad. Converge del yo al tú, colisiona con violencia y tiende a querer ser un asidero, un punto de anclaje, en un intento desesperado de evadirse de la solitud, se queja, llora, grita y se lamenta, por ser camino insondable y saber tanto del dolor. Así la poesía ha de custodiar y comprometerse con la orfandad de los hombres.

El que escribe intenta desprenderse de lo pegajoso de su propio ego a través de su propio ego, una telaraña que cruza sus hilos entre las contradicciones que se plantean en la escritura. No hay definición posible, ni verso, ni metáfora, sobre la que no caiga el filo certero de esas contradicciones, el poema no puede ni debe ser interpretado, sin embargo los símbolos hablan por sí mismos. El poema es algo íntimo y poseído en su creación,  pero desde su inmanencia con el todo sólo puede permanecer a través del viento.






pinturas: Olga Esther

1 comentario:

Tempus fugit dijo...

El verso debe ponerse en la boca y dejar que descienda hasta las raíces... ¡entonces florece!


besos