Mar Benegas: Apuntes. Sobre el yo en la poesía o el mercantilismo del individuo.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Apuntes. Sobre el yo en la poesía o el mercantilismo del individuo.




Tres paradojas observadas a partir de la subjetividad: 

1-Encontrar la voz propia en poesía es sólo posible cuando esa voz se aleja de la voz del yo.

La voz poética ha de ser cercana a esos "poetas con historia" que diría Marina Tsveitáieva, o a "la restauración de la dignidad en la Casa de la Palabra" de Juan Carlos Mestre,  y, siempre alejada de "la poesía del aquí no pasa nada" que citaba Eduardo Milán en una entrevista. No pasa nada, añadiría yo, o  lo que pasa es suficiente para ser  nombrado con palabras, con mis palabras, que son las palabras que ese mismo sistema aniquilador del individuo universal ha puesto en mis manos. 

La voz poética, decía, por todo esto, ha de alejarse del yo para cumplir con una función que se levante contra la segunda paradoja (la aniquilación del individuo) y que establezca nuevos interrogantes que nos acerquen a ese todo igualitario que sólo se da en lo universal. Allí donde el individuo se difumina hasta perderse y por ello mismo está más cerca de la propia esencia de lo individual (si entendemos al individuo como una célula que forma parte de un entramado, de un cuerpo universal que respira y que "pertenece" al lugar que lo ha albergado y alimentado: la tierra, la historia, la humanidad. En este caso, el lenguaje sería lo que diferencia al individuo de esas otras células que  conforman el mismo cuerpo). El poeta que tiene una voz propia está cerca de esa realidad.

Si tenemos en cuenta que "los límites del lenguaje son los límites de mi mente" (Wittgenstein), los límites de la mente y por ende del lenguaje son las palabras.  El lenguaje es infinito, porque en él subyace la historia, todas las almas, todas las mentes y todas las conexiones neuronales que han ido haciéndolo crecer. Es fácil usar las palabras, todos sabemos hacerlo, no lo es tanto usar el lenguaje para romper los rieles de esas palabras, palabras que siempre nos llevan por un camino guiado o excesivamente superficial. La voz del poeta crea nuevas rutas. Intentar clasificar la poesía como fácil o difícil, clara u oscura,  no es más que etiquetar la poesía desde la palabra, no desde el lenguaje. El lenguaje, como todo infinito que rompe los moldes de las mentes y ensancha los límites, difícilmente será "entendible" o un reflejo biográfico y narrativo del poeta, puesto que el reto que supone es precisamente reflejar ese infinito.

Pero ¿qué poéticas se alejan de estos límites, qué poesía crece dejando de lado las palabras como fin y usándolas como herramientas fragmentadoras del lenguaje? María Zambrano apunta hacia el "sueño creador", también Marina Tsveitáieva habla del "sueño de los poetas", para referirse,  ambas, a ese vasto continente sumergido que es el insconsciente y los sueños, o la materia poética como catapulta del lenguaje que traspasa la palabra y lo lanza más allá de lo comprensible razonadamente, que roza lo mítico o precognitivo. 

La poesía es respuesta, mientras que la filosofía es pregunta. El poeta llega antes a la verdad que el filósofo. Y las respuestas hacen al mundo mucho más amable y más seguro” como decía María Zambrano.  Es por tanto función del poeta dar respuestas desde ese "sueño creador", desde la "razón poética" que vinculaba la poesía con todo lo sagrado y místico que se escapa a la filosofía. Ahí se halla la voz propia que no es otra que la universal: multibiográfica, propia pero ajena, sin contornos yoicos definidos. 

2- La estructura sistémica es aniquiladora per se del individuo, a pesar de que se establece el individuo como único trono posible. 

El poeta que se entrega a la búsqueda y experimentación del lenguaje consigue destruír la construcción social del individuo cosificado, a más indagación, lecturas y ruptura de los límites, más desapego en su poesía de todo lo que conlleva el individualismo. 

Así el poeta  mantiene un pulso constante con el uso hegemónico que el poder hace de la palabra. El mercantilismo no puede usurpar la veracidad del lenguaje como infinito. La razón metáforica, adquiere el reflejo de las respuestas filosóficas que dijera Zambrano. 

Allá donde no llega el poder y la palabra ha de llegar la poesía, para fracturar lo establecido y dejar testimonio de la memoria. Si bien este acercamiento no puede darse desde un posicionamiento falaz, no se puede escribir desde "el otro", como bien escribe Enrique Falcón: no puede el poeta pretender ser la voz del pueblo o de los oprimidos, de las mujeres asesinadas o de los niños maltratados. 

Es precisamente la palabra "poética/metafórica" la que ha usurpado la gran industria comercial: "razones para creer", "tenemos derecho a soñar y que se haga realiad" (http://www.cocacola.es/razonesparacreer), de esta manera se establecen parámetros para la aniquilación del individuo, con la externalización y la transacción comercial de todo lo que ha de ser custodiado por el lenguaje y la poesía. 

Es en ese espacio donde se hallan las respuestas fáciles, donde los mercados se erigen como templos de sabiduría que sustituyen la introspección, el análisis y el reto de la búsqueda constante por mensajes fácilmente digeribles. Placebo superficial para las masas, para aniquilar las preguntas dando respuestas que obedecen a fines estrictamente esclavistas marcados por el consumo.

El individuo es encadenado a base de olvidar la trascendencia que emana su interior, de olvidar su complejidad, de olvidar que sólo es posible "ver a ese otro" desde la propia miseria de uno mismo. La compasión distanciada y que surge de la intención de "lavar la conciencia propia" es obscena y se aprende en esos nuevos mensajes "espirituales" o  "poéticos" que nos ofrecen las grandes marcas. 

La invisibilización sistemática de esa realidad no conduce a una mejor o mayor paz al individuo, más bien es un motivo de escisión entre esa multitud de "otros" que conviven en él, una escisión que se traduce en las enfermedades de una humanidad farmacolizada, mercantatilizada y tan lejos de la esencia poética individual que nace de la trascendencia.

La voz del poeta es fácilmente distinguible porque se alza contra la aniquilización de este individuo "que padece su propia transcendencia" (M. Zambrano).

En el momento en que el sujeto poético se convierte en un  objeto,  la poesía, y las artes en general, no son más que copias de este modelo mercantil. La poesía que convierte al otro en "objeto" de compasión, las odas a lo femenino, al amor romántico, al sexo, lo excesivamente narrativo o prosaico, los poemas, ahí, quedan bañados por la suplantación, son versos que no atraviesan el lenguaje, donde no subyace la realidad metafórica del simbolismo humano. Todo ello hace crecer la imagen de un individuo simple, que prefiere no arremeter contra sus propias limitaciones. Se trata de la aniquilación del individuo complejo y multidimensional en pos del individuo manso.
3- El lenguaje y la palabra divergen en la poesía, aunque sólo pueda darse la poesía en el momento en que ambas conviven.

Si entendemos la palabra como una parte del engranaje del lenguaje y al lenguaje como un todo articulado, vivo, que crece y se expande,  no sólo de palabras habrá de construirse la poesía. 

La palabra como herramienta poética única convierte a la poesía en algo rígido, sin alma,  y al poeta en un mero trasmisor de la razón, o intérprete de una emocionalidad básica, que no nos sumerge en el misterio, ni nos interpela ni anima a búsquedas más completas.

La palabra es raciocinio por lo tanto los mapas que puede trazar han de ir más allá de las construcciones establecidas por éste, así habrá un viraje hacia el lenguaje poético, hacia la voz propia. Si esto sucede, la poesía transcenderá el tiempo y la materia anímica, será "universal" como el propio lenguaje. Por eso, a pesar de que el paso del tiempo arrastra los textos poéticos y elije los que perduran, siempre son aquellos textos en los que palabra y lenguaje se han aunado en una misma dirección, en los que las  palabras han servido al lenguaje y no a la inversa. En los que la devoción hacia la poesía ha estado más allá del yo del poeta. Son los poetas con "sueños creadores" que se alejan de su individualidad a pesar de dejar la huella de sus palabras, de su lenguaje en la poesía.


Imagen: Escher.


2 comentarios:

çç dijo...

Tras una segunda contemplación de este magnífico texto, no puedo hacer más que rendirme e intentar desterrar la mirada para poner la voz, el hueco. Preguntarse qué es el yo o la poesía orienta al mercantilismo, definir, oficiar defunción. Me adentro en el primer trazo, composible, fragmentar lo universal llamando las cosas por su propio nombre, sin la pretensión del concepto, o sí, y con su fondo, su drama. Reconciliar tal vez sea poner una máscara, reconocer la estructura bidimensional del mundo, del verbo. La filosofía, en Occidente, ha empujado desde sus inicios lo-que-es. El desiderátum del “es”. Aquello que puede ser especulado. Me dirijo ahora entonces al problema de alejarse del infinito de las palabras, de aquello “componible” que subyace en la universalidad de la palabra, y a la “individualidad de la pasión que al representarse en el retrato fija una huella: algo parecido a una máscara, una huella fija” de M.Zambrano.. No es una representación, es apoyar la paleta en el alma y encontrar la gama que contenemos, como en Escher, no el dibujo final. La poesía que convierte al sujeto en objeto, como bien dices, es falsa. A veces, yo lo hago, usando el tinte irónico claro.

En el segundo trazo no puedo añadir nada, sólo comprendo al poeta que experimenta con el material que no puede trascender, o casi no, él mismo. Triar el lenguaje, la palabra, es complicado para mí, no por ello reduzco o simplifico, pero me gusta el silencio, la música. Es más, diría que el lenguaje es un alambre de silencio en el que las resonancias, son los nudos. Hay gente que lo usa en cambio como si fuera un vestido, creo, para no expandir la rigidez de su propio vacío. El peligro, tal vez, sea que las palabras, la lengua, tienen un carácter irreductible. Los objetos siempre hablan, y los “ocasionantes” del mercantilismo se sirven de ello.

Perdona por extenderme Mar. Aún así. Dejo mi intuición conversando por alguna intrincada trama aquí leída. Abrazos.

Mar Benegas dijo...

Querido Rider:

Todo tu comentario da para otra aproximación a la subjetividad de las paradojas.

Ese último párrafo tuyo tiene las palabras justas y algún trazo de realidad que me ha golpeado con fuerza: "diría que el lenguaje es un alambre de silencio en el que las resonancias, son los nudos. Hay gente que lo usa en cambio como si fuera un vestido, creo, para no expandir la rigidez de su propio vacío."

Muchas gracias por tu atenta lectura y tus palabras tan cercanas.

Un abrazo.