El encuentro:
Entrar en tu blanco
esqueleto es querer atravesar aquello que nos sostiene.
La Huesera vino a mi
noche, me golpeó con ellos, escuché su tintineo y su porosidad.
Indestructible entramado, sobre sus manos suena. Girándulas de
calcio que testimonian lo ancestral, que ofrecen nuestro pánico, la
soldadura irrompible del pasado se abre como una fuente transparente.
Su túnica blanca está
tejida de mieloides, es un tendón extendido que articula el sueño
más profundo.
Restos. Vestigios huecos:
tuétano y osteocitos, ella les habla, los acuna, los vierte. Los
busca y custodia, te los devuelve, devolviéndote a la vida.
La Huesera es la memoria,
es la sombra que hay tras los ojos, es la imagen temida de lo oscuro,
la que guarda a todos los muertos y la que liba el alma y la
reproduce. Ella es el eje, La Huesera sostiene lo soterrado.
La Huesera gruñó en mi
almohada y me llevó con ella, en su osario inmaculado estaba
también el cadáver de mi alma.
Olisqueamos los despojos
óseos, no todos eran míos, también los tuyos se encontraban.
La Huesera lamió mi
rostro e hizo sonar su sonajero, pequeño cráneo relleno de
falanges.
Después ordenó mis
huesos en el suelo (entonces yo estaba muerta o a punto de morir),
allí mi esqueleto como una alfombra cálcica.
La Huesera cantó y se
recompuso mi carne.
Comed de sus manos el
polvo blanco triturado, aullad, alegraos: también ella limpia y
venera vuestras vertebras.
Seguidla para desollar y
dejar el hueso al aire. Acompañadla por el vasto territorio de
vuestros esqueleto.
Imagen: Marko Popadic
Imagen: Marko Popadic
No hay comentarios:
Publicar un comentario